Pese a el maltrato a que se ha visto sometido por ocupantes no bienvenidos, conserva el encanto y la belleza de lo que fue un gran palacio, y la progresiva restauración a la que se está sometiendo, junto al encanto particular del edificio y de su enclave nos hizo disfrutar enormemente de su visita. Especial referencia debe hacerse a la extraña estructura existente en su sótano que, para estupor de todos nosotros, presenta una forma órfica y cuenta con una pequeña y resbaladiza escalera para su acceso. Las plausibles explicaciones de su utilización como nevera, como se podía apreciar por el agua estancada en su interior, junto con el recuerdo de algún colegial pasado que tuvo la mala experiencia de un resbalón acabado en chapuzón agudizó nuestra curiosidad y provocó nuestro disfrute al asomarnos y contemplar la peculiar cueva.
Tras la visita, nos dirigimos a practicar un arte que, si bien en tiempos de Don Gil de Albornoz sería costumbre, hoy en día queda en el campo del ocio: la monta a caballo. Pese a la inexperiencia de muchos de nosotros y algún que otro problema para subirnos al caballo, las indicaciones del Rector, que nos asombró con sus avezadas dotes ecuestres, nos permitieron disfrutar de una experiencia fantástica a la par que divertida. Estas actividades no sólo nos permiten acumular experiencias de todo tipo, sino que su ambiente distendido ayuda, aún más si cabe, a estrechar lazos entre colegiales y a divertirnos juntos, ¡no todo ha de ser estudio!
Finalizados nuestros paseos por el picadero el día distaba mucho de estar acabado. Quedaba la traca final. Acudimos a otro de los terrenos del Colegio, donde tras un paseo por el mismo, su encargado, experimentado cazador, nos ofreció una suculenta cena en la que pudimos degustar, a través de platos típicos de la cocina tradicional, algunos de los mejores elementos de la caza. En nuestra memoria quedará el exquisito paté de faisán, la lasaña de jabalí, o las codornices que comimos, aderezados con buen prosecco del país y, sobre todo, con una compañía magnífica que nos agasajó no sólo con estos manjares, sino con una agradable conversación y una gran amabilidad. Días como éste quedan siempre en nuestra memoria por su carácter distinto, divertido y especial.